martes, diciembre 18, 2007

El final de la civilización islámica.

Estamos asistiendo al fin de una civilización que ha perdurado siglos y que ha aportado grandes logros a la humanidad pero el mismo oro negro que la está sustentando artificialmente es el causante de su futura caída.

La entrada desproporcionada de divisas ha mantenido en el poder a férreas dictaduras que han usado la religión para perpetuarse y alienar al pueblo. Hoy vemos como un rey perdona a una muchacha por haber sido violada por 7 hombres. Bueno... la violaron a ella y a él, pero al menos a él no le condenaron a seis meses de cárcel y a 200 latigazos. Cuando un tribunal legal de un país puede ejercer este nivel de justicia y seguir en su puesto hemos de llegar a la conclusión que la religión a alienado absolutamente la mente del pueblo. Pero no nos equivoquemos, la culpa no es de la religión.

Una religión no es más que un conjunto de burócratas que se aprovechan de una creencia para adquirir poder y que normalmente también son victimas del propio aparato que han creado. Esto sucede en todas las religiones y solo puede ser anulado por el poder civil. Dicho de otra manera que en España si del señor Rouco Varela y algunos de los suyos dependiera también estaríamos lapidando a la peña.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿si la iglesia no cede nunca el poder voluntariamente como hemos llegado a una sociedad relativamente libre pensadora? Una sociedad libre pensadora es mucho mas eficaz que una con sus individuos alienados. Solo hemos de ir al momento álgido del Islam para darnos cuenta que pese a que la losa religiosa aplastaba al mundo por igual en ese momento la balanza de la libertad estaba muy igualada. Siempre hacia donde hubo mas libertad se decantó la balanza. Es cierto que ha habido regímenes coartadores que han tenido triunfos relativos en la historia pero siempre han acabado cayendo ante sistemas más libres, si no, no estaríamos aquí. Es por eso que creo que cuando culmine la era del petróleo las sociedades árabes se hundirán en la mas lúgubre de las miserias. A no ser, claro, que logren quitarse el yugo de la religión que les impide evolucionar. Aunque lo veo difícil. El camino que se ha tomado es el de reafirmar la identidad a través de la religión y esta característica se está exacerbando día a día ante la prepotencia de occidente.

Pd: que nadie crea que pienso que vivamos en una sociedad libre... solo digo que nuestro nivel de libertad es más alto. Hemos canviado la manipilación por la opresión. Dicho de otra manera, aquí te ignoran y allí te cortan el cuello.

Vicens jordana

jueves, octubre 05, 2006

sobre la vida el universo y todo lo demás

lunes, mayo 22, 2006

cuidado... las palabras las carga el diablo

Cuidado

¡Cuidado!, una guerra nunca empieza con un disparo. Una guerra hay que sembrarla, regarla y cultivarla. El primer muerto nunca es el comienzo, es tan solo una eclosión. El florecer de un árbol que fue sembrado hace tiempo y que entre todos, queriendo o sin querer, hicimos crecer.

¡Cuidado!, digo otra vez, No imaginaba el hombre, que aquel piñón que ayer arrojó con desgana al jardín hoy sería el enorme pino que desquebraja los cimientos de su casa. la semilla de una guerra es el odio y el miedo, es la demagogia política, es el promover el enfrentamiento entre los pueblos, es polarizar la sociedad.

¡Cuidado! señores políticos. Los votos que ganan hoy usando estas artes pueden ser muertos mañana. No se confíen por el hecho de llevar mas de sesenta años sin una guerra en casa. Eso, señores, es un hecho muy poco habitual en nuestra historia. No nos creamos que es la norma.

jueves, mayo 11, 2006

La raza del mal.

Ya que en el último post me he puesto un poco pesimista os anexo un cuento que escribí hace tiempo y que se recrea un poco más en el tema. En él hablo sobre la culpa y creo que es interesante. Quien sabe quizás algún día se convierta en algo mejor y más largo, mientras, ahí me queda como idea


La raza del mal.

La raza del mal, así nos llamamos porque eso es lo que somos. La maldad es nuestro génesis y es importante que ninguno de nosotros lo olvide jamás, esa es y será nuestra penitencia.

Hoy, hijo mío, ha llegado el momento en que la verdad te será revelada. Por eso te han traído a mí. Yo soy el mensajero del maligno. Hoy has hecho la pregunta, y es por eso que te han traído a mi presencia, pues es mi misión trasladarte la culpa de nuestro creador. Y la culpa está en la respuesta. La entenderás y vivirás con ella como hemos hecho todos, generación tras generación, desde aquel día.

¿Porqué somos la raza del mal? ¿Por qué nos auto denominamos los malignos? Esa es la pregunta que todo padre espera que un día haga su hijo y es por eso que tú estás aquí. Porque tu has hecho esa pregunta.

Tú no sabes que es la policía porque jamás la has visto, tampoco sabes que es un ejército porque hoy tampoco existen. Nunca has visto a nadie morir de hambre. Te cuesta imaginar al hombre como depredador del hombre. Yo he visto imágenes en que miles de familias caminaban como muertos, todos juntos, cargados con lo que podían llevar, huyendo de sus hogares, abandonando a seres queridos, victimas del terror y la guerra. ¿Tampoco sabes que es una guerra, verdad? Mejor, ese no fue nuestro pecado, con este no debes cargar. Era un tiempo donde unos comían hasta reventar mientras bajo su mesa otros morían de hambre. Como éstas te podría contar muchas más atrocidades sobre el viejo mundo que tú jamás has conocido y espero que nunca llegues a conocer. Hoy los hombres y mujeres de nuestra amada tierra viven sin miedo. Crecemos y vivimos en paz con nuestros compañeros de viaje, los demás seres vivos que habitan este planeta. La felicidad o infelicidad de cada uno depende de sus propias decisiones. Somos una raza sana de gente bondadosa y honrada, pero si hoy la vida es así es gracias al maligno, nuestra bondad es hija del mal y debemos llorar por ello.

Seis mil millones de humanos poblaban la tierra en tiempos del maligno. Era un mundo cruel donde muy pocos gozaban de su tiempo. La gente era tan sucia en su interior que jamás miraban hacia adentro. El hombre causaba la muerte al hombre y expoliaba la tierra sin ningún respeto a los que junto con él la habitaban.

Él, el maligno, odiaba su tiempo, odiaba la maldad de sus contemporáneos, y luchó toda la vida por cambiar un mundo que se devoraba a si mismo. Estaba convencido que tenía que haber alguna causa física a tanto sufrimiento. Tenía que haber algo químico o biológico que lo causara... y al final lo encontró.

El gen llamado RB27 portaba lo que el llamaba, estupidez emocional. La estupidez emocional provocaba en los seres humanos una incapacidad para el auto análisis y un miedo atroz a uno mismo, estos hechos hacían que un ser humano que portara este gen fuera incapaz de tomar las decisiones necesarias para conseguir la felicidad. Su infelicidad sumada a la incapacidad para aceptar sus propios errores llevaban a las personas a buscar, inconscientemente, las causas de ésta en el exterior, el resultado era en los mejores casos ignorancia premeditada y en los peores el odio y la intolerancia. Esto podía llegar a conducir a los humanos hasta la maldad más extrema que pudieses imaginar. Según el maligno el primer caso podía llegar a ser más peligroso que el segundo. La capacidad humana para ignorar premeditadamente lo que les dolía saber hacía que los que habían desarrollado su enfermedad hasta la maldad absoluta pudieran ejecutar actos de una atrocidad exagerada con total impunidad.

El gen que luego llamamos “Caín” causó la enfermedad mas mortífera que se ha conocido en la historia de la humanidad y estuvo presente en el hombre desde, creemos, el año diez mil antes de la época antigua hasta su descubrimiento por el maligno en el año 2017.

Dedicó su vida a la curación de esa enfermedad, pero en sus 40 años de investigación no fue capaz de encontrarle una cura, lo que sí encontró fue "la ira de dios”. Ese era el nombre de un virus que tardó 8 años en desarrollar. Se trasladaba por el aire y todos los animales podían portarlo. Una vez liberado y antes de que nadie se diera cuenta todos los organismos que respiraban en este planeta eran portadores de él.

En un primer momento no representaba ningún problema, se alojaba en el estómago y se alimentaba de materia muerta hasta que al cabo de dos años aproximadamente el organismo aprendía a combatirlo y lo destruía. Por desgracia en los organismos que contenían el gen “Caín” el virus mutaba asociándose al gen en cuestión, rompiendo la cadena de ADN y llevando a la persona a una muerte rápida y agónica, muy parecida a la muerte por exposición fuerte a radiación nuclear.

Cinco mil quinientos millones de personas murieron en el plazo de un año, la mayoría por la “ira de dios” pero muchos más por las enfermedades que se generaron a raíz de tanta mortandad y por la desestructuración social que se produjo, que trajo con ella muchos años de hambrunas y miserias.

El maligno murió victima de su propia creación, el también era portador del gen Caín. Muchos fueron los considerados sabios que murieron esos años y muchos los considerados locos o retrasados que sobrevivieron.

Sí hijo mío, llora, debes llorar. Poco a poco aprenderás a vivir con esa pena en el corazón. Ese es nuestro pecado y ese es nuestro génesis, pequeño. Somos los hijos del mal, él nos creó a conciencia y por nuestra existencia miles de millones de personas padecieron. Esa es nuestra culpa. Una culpa que a partir de hoy tú, como cada uno de nosotros, llevará sobre su conciencia. Recuerda estas palabras, hijo, fueron las que dejó escritas en su tumba.

“Muero tranquilo de saber que he creado una raza que aborrecerá su creación y que hará de mi lo que he sido... el último monstruo.”

Vicens jordana

martes, mayo 09, 2006

matices molestos

Después de muchos años de resistencia al final Omar Mukhtar fue apresado y ahorcado. Su apresor y eterno enemigo le preguntó: ¿Cómo queríais un par de cientos de nómadas del desierto vencer al ejercito italiano? ¿no sabíais que no podríais ganar? A lo cual Omar Mukhtar respondió: mientras uno de nosotros siga luchando no nos habréis vencido.

Lo cierto es que esta frase que se supone que dijo Omar Mukhtar pudo no haberla dicho nunca. Es posible que se la inventara algún cronista de la época, o quizás ni eso, quizás solo fue el guionista de la película o una recreación de mi memoria. Me da igual. No por menos histórica es menos cierta. Por eso aplaudo a la señorita, o señora, no lo sé, Ariadna Pi y a sus amigos. Porque pese a lo mal que pinta el mundo y la cantidad de mierda que nos corrompe a todos la sangre, acciones como ésta, o lo del Arnau y el liceo, me hacen sentir que no han vencido ni vencerán... siempre habrá alguien luchando... y si puede ser con imaginación y sin violencia, como es el caso, mejor.


Vicens Jordana.

Éste fue un comentario que hice el otro día aplaudiendo una acción que me sorprendió, no solo por su valentía, sino también por lo imaginativo de ésta. Hoy voy a matizar. Sigo aplaudiendo la acción y ojalá Ariadna Pi siga en esa línea... pero no por ello hemos de obviar ciertas reflexiones pese a correr el riesgo de caer en graves contradicciones.

Las preguntas más importantes que debemos hacernos es, creo yo, ¿contra qué luchamos? ¿y para qué? Empezaré con la primera pregunta que quizás es la que tiene una respuesta más molesta. ¿Quién es el enemigo? Esta es una pregunta a la que la gente suele responder con rapidez y a mi criterio erróneamente. El enemigo son ellos, los poderosos... mentira, eso es falso, el enemigo somos nosotros. Somos todos, y quizás los que acudimos, como lo hice yo, a actos como ése somos los peores.

La cultura, la lucha, la protesta, el activismo... todo esto son caprichos burgueses. En el fondo si hiciéramos un análisis propio un poco profundo podríamos acabar vomitando por el asco que nosotros mismos nos produciríamos. Mírame a mí, por ejemplo, aquí, cómodamente sentado aporreando un teclado por la salvación del mundo. Es para echarse a reír. Desde éste mismo teclado hasta mi corte de pelo, la suavidad de mis manos, el color de las paredes de mi estudio, la infinidad de aparatos que me envuelven, o incluso mi propia cultura y mis conocimientos, no son más que símbolos de opulencia burguesa. Aquí estamos llenándonos la boca de discursos antisistema con una mano, mientras con la otra, descorchamos un vino que por su valor podría alargarle la vida a un niño una semana en algunas partes del mundo. Somos una de las piezas fundamentales de una máquina asesina y cruel, vacía de cualquier tipo de moral. Sí, lo sé, de la máquina forman parte todos por igual, pero nosotros, los que levantamos los brazos cerrando el puño, los que gritamos consignas y señalamos al poder con el dedo somos los más mezquinos de todos. Hacemos como esos señores feudales que construían iglesias en sus fincas para autojustificarse y así poder pecar con tranquilidad. “Primero vamos a la mani y después podemos ir a cenar por ahí... me han dicho que hay un restaurante nuevo en gracia que...” tenéis que reconocer que da un poco de asquito todo.

El gran error, desde mi punto de vista, es no entender el poder de la máquina. Pensar que la máquina es mala porque los que mandan son malos, error. De entrada la máquina no es mala ni buena, para ser malo o bueno hay que ser humano y la máquina pese a estar compuesta de humanos no es humana. La máquina por definición es amoral y es tan extremadamente compleja que dudo que haya en el mundo persona o colectivo al que se le pueda atribuir su gobierno. La máquina funciona automáticamente y su función y objetivo es simplemente el de sobrevivir. Las piezas somos nosotros, millones de humanos, cada uno en su tarea, trabajando, sin saberlo, para que la máquina siga funcionando.

¿Y todos esos malos sentados en grandes despachos? Están allí porque la máquina así lo a predispuesto. No, no quiero que penséis con esto que estoy hablando de un ente perverso o algo así, la cosa es más simple que eso, es solo que en la máquina es más fácil llegar arriba si no tienes escrúpulos que si los tienes.

Intentar explicar el funcionamiento global de la máquina es a mi juicio imposible. Lo que sí es seguro es que nosotros somos parte de su funcionamiento y como piezas no podemos declinar la culpa. Si la máquina es asesina, nosotros somos asesinos, si es cruel nosotros somos crueles. No son la culata ni el punto de mira menos asesinos que la bala en una pistola. Es por eso que cuando volvamos a preguntar, contra que luchamos, debemos tener claro que el enemigo somos nosotros.

Pero nos queda una segunda pregunta y quizás la más importante de todas, ¿para qué luchamos?. El mundo esta chungo, señores... muy chungo. Podría hacer una lista de sus penalidades pero ¿para qué?... pondría muchas y me las dejaría todas. La máquina no se porta muy bien con él ni con sus habitantes. Pero la máquina no es estática, si no que evoluciona constantemente se adapta a las nuevas realidades y a las nuevas sinergias. La máquina puede cambiar, puede ser más justa, menos cruel. Existe una lucha abierta por cambiarla que ha conseguido grandes logros, aunque a menudo parezcan despreciables ante los que quedan por hacer. Desgraciadamente los únicos que pueden hacer algo son los mezquinos y deprimentes burgueses de los que hablábamos antes. Me gustaría que fueran los hambrientos los que hicieran este trabajo, sería menos hipócrita, pero bastante faena tienen con sobrevivir como para dedicarse a la lucha. No pueden, no tienen los medios, ni culturales ni físicos, para producir los cambios necesarios en la máquina. Deberán esperar a que los niños ricos de occidente que juegan a ser revolucionarios algún día produzcan los cambios que les permitan vivir con un mínimo de dignidad.

Ésta es una realidad, la que yo veo, la que me justifica, la que me permite en mi mezquindad seguir soltando discursos reveladores, acudiendo a manifestaciones, comiendo palomitas en los cines warner, firmar en manifiestos, cenar fuera de vez en cuando, apoyar ongs, comprarme un coche bonito, ayudar a mi vecino, ser en definitiva un hipócrita útil. ¿Me estaré mintiendo para poder dormir mejor? Con toda seguridad... al fin y al cabo como le dijo el escorpión al cocodrilo mientras se ahogaban los dos en el río... es que soy un escorpión.

Vicens Jordana

miércoles, abril 26, 2006

Chernobil, ¿una lección?

Chernobil

¿Una lección?

Hoy hace 20 años sucedió lo que no podía suceder, el cuarto reactor de la central nuclear de Chernovil voló por los aires ocasionando una de las tragedias provocadas por la mano del hombre más devastadoras de la historia. Ahora, dos décadas después expertos de todo tipo nos explican lo que sucedió y porqué, para que entendamos y nos quede bien claro que eso, con la tecnología actual, no podría volver a suceder. Me encantaría tirar de hemeroteca para poder ver como los expertos de la época nos aseguraban, sin lugar a dudas, que lo que pasó en Chernobil era imposible que sucediese.

Pero vamos a suponer por un momento que tuvieran razón. Supondremos la infalibilidad de la tecnología nuclear y de todos sus sistemas de control. La energía nuclear es barata y aunque genera un residuo de difícil ubicación es, sin duda, una de las energías que causa menos impacto ambiental. Esto, que a primera vista puede parecer una apología de esta energía es, sin duda, el principal de sus peligros.

Vivimos en un modelo económico que basa su supervivencia en un desarrollo exponencial constante. Dicho en mundano o crecemos o nos vamos al carajo. Todo este crecimiento, obviamente, no sería posible sin el crecimiento proporcional en producción de energía. Si todo nuestro bienestar se basa en un modelo energético soportado por centrales nucleares porque es electricidad barata y “limpia”, somos sin lugar a dudas adictos a este tipo de energía.

Éste a corto plazo no parece un problema grave pero pongamos el supuesto de que dentro de diez años se produce una gran crisis económica. Nuestra dependencia de esa energía sería más alta que nunca, sin embargo, nuestra capacidad económica para mantener al día unas infraestructuras tan peligrosas se pondría en duda. Los reactores quedarían anticuados, la tecnología obsoleta y el personal descualificado. En ese futurible ningún gobernante se atrevería a provocar una crisis energética colosal por no dejar funcionar una instalación que durante 20 años no ha dado ningún problema. Algo parecido, a mi opinión pasó con chernobil.

Después hay que tener en cuenta que el negocio de la energía mueve millones de euros todos los años y que el dinero corrompe el sistema de la misma manera que el ácido el metal. Imagínense por un momento a un magnate de la electricidad a punto de perder toda su fortuna simplemente por que su central no ha pasado un par de pruebas de seguridad. ¿Creen que no intentaría falsificarlas si pudiese? ¿Creen que dispuesto a pagar cualquier suma de dinero para falsificar las pruebas no lo conseguiría? Seamos coherentes, aunque me fiara al cien por cien de la tecnología y sus controles seguiría desconfiando de los humanos responsables últimos de estas instalaciones.

El problema no está en las peores cosas que me puedo imaginar... el problema está en las que no soy capaz de imaginarme.

Vicens Jordana

viernes, abril 14, 2006

Sant Vicens